Libro Libera me

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Libro Libera me » Libera me, Domine, de morte aeterna, in die illa tremenda: Quando caeli movendi sunt et terra, dum veneris iudicare saeculum per ignem.» » Líbrame, Señor, de la muerte eterna, en aquel tremendo dia. Cuando temblarán los cielos y la tierra. Cuando vienes a juzgar al mundo con
2 diciembre, 2015
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Libro Libera me

» Libera me, Domine, de morte aeterna,

in die illa tremenda:

Quando caeli movendi sunt et terra,

dum veneris iudicare saeculum per ignem.»

» Líbrame, Señor, de la muerte eterna,

en aquel tremendo dia.

Cuando temblarán los cielos y la tierra.

Cuando vienes a juzgar al mundo con el fuego.»

Responsorium: Libera Me (Misa de Difuntos del Ritual Católico)

La humedad era densa y el frío calaba en los huesos. Una puerta enorme, tosca y pesada se cerró a mis espaldas provocando un gran estruendo debido al eco que provocaba el silencioso edificio. Todos los presentes se giraron al oír la puerta. Un centenar de rostros variados y parecidos, ojos de diferentes colores y profundidades se fijaron en mí. De pelos largos, cortos, morenos y rubios, con bocas cerradas y entreabiertas. De inmediato comenzaron a cuchichear entre ellos, sobre mi presencia y sobre lo ocurrido hacía unos días. La Iglesia de Mar estaba formada por una nave central y dos laterales. Sus gruesos muros se alzaban varios metros para al fin encontrarse y crear una sucesión de arcos de medio punto. La ornamentación era bastante sencilla, se limitaba a la existente en los capiteles de las pilastras, a un encintado de los arcos, a una sencilla cruz de madera de la que pendía Jesús crucificado y, sobre ella, a una imagen de la virgen colocada dentro de un nicho; estas dos últimas situadas a la cabecera del templo detrás del altar. Tan sólo alegraban sus muros los frescos pintados por los artistas locales en la parte superior.

Mientras avanzaba, a pocos pasos de mí, pude ver a mi tía, mi tío y mis primas. Sus comunes miradas de simpatía y devoción hacia mí habían sido suplantadas por recelo y desconfianza. Me abstuve de saludarles y seguí caminando unos cuantos pasos más. En breve comenzaría el funeral.
Llegué a la primera fila, donde me senté junto a mi hermana Kristin, una chica joven de 22 años. Su estatura, pese haber llegado a la edad adulta, no era más que la de una adolescente. Aquello me hizo recordar el tremendo impacto que producía vernos juntos a mí y a ella ya que con tan solo catorce años yo medía más de metro setenta. Su larga cabellera le cubría el rostro y los brazos por completo.
Me senté al lado de Kristin, sin mirarla, sin intentar consolarla mientras lloraba. No podía moverme, dejé caer la mirada sobre los dos ataúdes de madera maciza y barnizada que se encontraban en frente. Sentí como un agudo dolor punzante aumentaba en mi pecho, mi respiración se aceleraba y el calor me invadía. Alcé mis manos temblorosas para poder mirarlas, estaba sudando, temí caer desplomado y de repente la sensación desapareció. Me encontraba bien. El dolor que había intentado reprimir por la reciente perdida había dejado de importar.
Al fin, giré la cabeza para poderla mirar y le sonreí.
– ¿Por qué lloras? -musité. Vi cómo mi hermana apartaba las manos que le habían tapado el rostro hasta el momento y me miró desconcertada.